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POEMAS DE BAGDAD

De Salah Al Hamdani

(fragmentos)

 

Poèmes de Bagdad

De Salah Al Hamdani

(Extraits)

 

Traducción al español : Coral Aguirre

Vendredi 5 octobre 2007 : Présentation et poèmes 

 Coral Aguirre (Escritor y traductor) 

La présentation :

 

Pequeña presentación biográfica de mi intervención en México, 2007.

Salah Al Hamdani

 

Nací en Bagdad y vengo de una familia modesta originaria del sur de Irak. Los habitantes de esta región se distinguen por la dulzura de su carácter. No fui enviado a la escuela por mis padres, sino que ejercí diversos oficios desde los 7 años para ayudar a mi familia que estaba formada por nueve hijos. A los 17 años en 1968 entré a la armada iraquí, sin diploma, simplemente para continuar ganándome la vida. Rápidamente me puse en contra de la dictadura. Luego de haber liberado algunos pastores kurdos a escondidas, denunciado por algunos, fui a dar a la prisión política donde fui torturado por los militares del partido Baas. Pero también es en la prisión donde comencé a leer y a escribir a los 20 años gracias a numerosos inteletuales de izquierda, de chiitas y de nacionalistas cultos, también ellos encacerlados. Después de haber purgado mi condena, siempre preseguido y amenazado de muerte por el régimen basista de Irak, me vi obligado a exiliarme y elegí Francia a la edad de 23 años a causa de mi admiración por Albert Camus.

 

Mi vida en el exilio en Francia ha sido una sucesión de acontecimientos de los más improbables para el chavo que había sido un « comando » de los barrios bajos de Bagdad (contado en el libro El cementerio de los pájaros, Ediciones del Alba, 2003) Cuatro años después de mi llegada, me convertí en actor y me encontré en el escenario del teatro nacional de Chaillot en París en el rol de Enkidú (Gilgamesh). De inmediato seguí mi carrera como actor y director de escena al mismo tiempo que continuaba escribiendo.

 

Mi poesía siempre comprometida se construye primero alrededor del tema del exilio, de la dictadura, y sin cesar hace referencia a los hombres de esta tierra que tuve que dejar a pesar de mis sentimientos.

La irrupción del ataque anglo-americano de Irak en el 2003 desemboca en una serie de poemas existenciales de nuevo atormentados (Poemas antes del regreso), luego, en ocasión de mi primer viaje a Bagdad en el 2004 después de treinta años de exilio, escribo 20 poemas de una gran nostalgia donde los personajes de la madre, de la ciudad y de la mujer amada se entrecruzan y vuelven a ser centrales. (Poemas de Bagdad), díptico que reúne en la antología más reciente, a Bagdad a cielo abierto, publicado en coedición con los Ecrits de forges (Canadá) y La idea azul (Francia) en 2006.

Una novela poética, El retorno a Bagdad (Ed. Les points sur les i, 2006) relata también el sorprendente pasaje clandestino del exiliado a la frontera siroiraquí y la conmoción del alma en los reencuentros con la madre y la ciudad que me faltaron tanto.

Sólo el viejo tapiz florecía el suelo

 

Bagdad, 2 de abril de 2004

 

La casa había cambiado de dirección

Mi foto había cambiado de lugar

La mesa había sido plegada detrás de la puerta

La silla de mi padre también,

sólo el viejo tapiz florecía el suelo

 

Por fin te he encontrado

en un jardín desnudo

con tu gran chal negro

el espíritu a la deriva

hundida en tus plegarias

la edad cosida sobre la cara.

 

Creí abrazar una palmera agonizante

Ya en mis brazos

reconocí a mi madre.

 

 

Primer dia en Bagdad

 

Bagdad 19 de marzo de 2004

 

Mi pecho se recalienta a la sombra de la ventana, la ciudad se despierta a mi llamado y se alarga sobre el caos de mis noches. Al alba, cuando la luz se endurece, la infancia vuelve. Al alba el agua siempre fluye como la muerte puesto que no hay piano ni voz como la tuya aquí para cantar al horizonte de antaño. Ya está lejos el mar.

 

No hay que abatirse, no hay que aullar.

Voy a descender hasta ti en calma, remontar mi garganta e inventar gritos para revivir mi partida. Extenderé el aceite de nuestro duelo sobre el cielo de Bagdad, sobre sus callejuelas, las marcaré con mis lágrimas sin palabras.

Olvidando mi virilidad, inventaré el lenguaje que sitia a los soldados con sus carros, sus victorias y sus banderas con tantas estrellas como tumbas. Acallaré este horror, sacaré al Tigre de la fosa común, lo liberaré de sus asesinos – resistentes, antaño cómplices del invasor, de esos cuervos que siegan las piernas de los chiquillos. Lo arrastraré en la escritura hasta mi refugio, hasta el osario de las palabras.

 

Entonces pensaré en ti al escuchar la risa de un niño sobre un columpio, en nuestra recámara naranja, en el ramito de lirios marchito sobre el armario, y las estrellas hilarán en el tintero.

 

 

¡Que se mueran!

 

París, 1° de julio de 2004

 

Ya no más  diálogo-misterio

no más palabras sutiles

luego del vacío dejado por los asesinos

llueve sobre mi alma

 

Los que se babearon sobre lo sagrado

y que asesinan hombres,

 ¡que se mueran!

 

 Un viento devasta el cuerpo

la arcilla donde chapotea el río

todo el país se prepara para terminar con los torturadores

un pueblo pasa por el tamiz a los sepultureros

y Dios  amasa a los niños mutilados en su nombre

 

Los que degüellan a los hombres

para nutrir sus combates

¡que se mueran !

 

Sobre mis borradores echados a la sombra de la noche como añicos de espejo, distingo los reflejos : tierra deportada, dunas de rodillas,  vértigo, la mitad del nombre que detenta un secreto, el infinito sin ataduras, las cenizas de una selva, el enigma de la palabra que suprime el gesto, un desierto donde no obstante los pies no se hunden, río huérfano, exiliado sin eco,  observados por hombres rapaces. Largas riveras que amenazaban mi juventud, un fragmento apenas visible en las guerras, un vuelo de cigüeñas, caravanas congeladas en el instante.

 

Un raro sentimiento se apodera de mis escritos

los muertos me rodean

incluso las golondrinas han huido de la palabra

Todavía, como antes, mi presencia falta sobre las riberas del Eufrates.

 

Cumplir consigo mismo

estas palabras poco profundas

este vacío como el miedo

que no quiere disiparse.

 

¿Cómo nombrar el olvido frente a mí

cuando la noche deja ir a la sombra ?

 

Con el relato

el batido del lenguaje

como la derrota del día y el desafío, les grito

¡que se mueran!

 

Todavía habrá tantas albas

y amores inmensos

que bastaría un gesto de luna sobre tus palmares

para que el faro de los beduinos sobreviviera

a pesar del hacha y la mutilación

 

Sobre todo no  huir

pues mi relincho hacia ti, Bagdad,

dirá una vez más

¡que se mueran !

 

 

 

Treinta días después de treinta años

 

Bagdad 25 de marzo de 2004

 

¿Acaso no tengo para nombrar las cosas

como una mano tendida al náufrago,

como el movimiento de las estaciones?

¿Acaso no he dicho

que una cosa termina siempre a despecho de lo que comienza ?

 

Un flujo de polvo conduce al olor de la infancia

mientras que su cortejo aparta mi incertidumbre

lentamente

resbalando por el racimo del día.

 

Quiero estar cerca de ti,

con lo que el exiliado deja inacabado.

dentro de las palabras

La aurora se levanta sobre Bagdad

Y su mordedura se dilata en mí.

 

Mi madre, como la luz,

no necesita del proceso de la oscuridad

sino de un poco de silencio

cuando su hijo, el exiliado de regreso,

se posa sobre su rama

en compañía de una estrella tatuada por la bruma

 

Pues él regresa a su casa

como un refugiado de paso

un fugitivo que busca la partición

una sonrisa

un trozo de pan

un rincón del lecho

y el testimonio del naufragio del crepúsculo.

 

 

Nada en la ciudad

 

Bagdad, 1° de abril de 2004

 

Una frontera ebria de bruma y de hombres grises

Una larguísima ruta sin asfalto donde el horizonte se arrastra

No hay luna esta noche

para reanimar el rostro de los niños

No hay danza en el corazón

No hay gritos de gaviotas en la memoria

No hay sirena

No hay ladridos en mi derrota.

 

En esta ciudad con millones de mortajas

no hay espejismo en tus ojos.

 

 

 

 

 

Una tristeza a medida

 

París, fin de abril de 2004

 

Hay que rechazar el dolor como la lluvia

encarcelar al exilio en una célula elegida por la víctima

sin molestarla nunca

hasta el olvido de las estaciones

hasta la raíz del mal que crece al revés de la primavera en los árboles

 

¿Por qué la mañana ya no sabe temblar al paso de las palmeras

allí donde ya no hay ciervos

ni pájaros que se quieren

y que huyen

de las columnas de lluvia, reflejos de la infancia

entre las varas de los cercos?

 

¿Cuál cuerpo se necesita, Bagdad, para preñar

una tierra con cuerpos ?

 

Tenemos que reaprender a temblar

a liberar nuestros enemigos

necesitamos nuevas certezas

contra la ceniza de los enterrados vivos

esos camaradas que se agitan a mi puerta

golpean al crepúsculo del día sangrado a blanco

que fue su cementerio

 

Para ellos

me detengo

abro mi corazón

y parto al combate

del más profundo yo

 

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